lunes, 24 de julio de 2006

La muchacha ebria

este lánguido caer en brazos de una desconocida
esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres
este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol
huella de pie dormido, navaja verde o negra,
este instante durísimo en que una muchacha grita
gesticula y sueña por una virtud que nunca fue la suya
todo esto no es sino la noche
sino la noche grávida de sangre y leche
de niños que se asfixian
de mujeres carbonizadas
y varones morenos de soledad
y misterioso, sofocante desgaste
sino la noche de la muchacha ebria
cuyos gritos de rabia y melancolía
me hirieron como el llanto purísimo
como las náuseas y el rencor
como el abandono y la voz de las mendigas.
Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molido
y fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de las cantinas
llanto y sudor molidos en que hombres desnudos
con sólo negra barba
y feas manos de miel se bañan sin angustia sin tristeza
llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,
de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre
de la muchacha que una noche
-y era una santa noche-
me entregara su corazón derretido,
sus manos de agua caliente, césped, seda,
sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos
sus torpes arrebatos de ternura
su boca que sabía a taza mordida por dientes de borrachos
su pecho suave como una mejilla con fiebre
y sus brazos y piernas con tatuajes
y su naciente tuberculosis
y su dormido sexo de orquídea martirizada
Ah la muchacha ebria
la muchacha del sonreír estúpido
y la generosidad en la punta de los dedos
la muchacha de la confiada, inefable ternura para un hombre
como yo, escapada apenas de la violencia amorosa
este tierno recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos
una fecha sangrienta y abatida
por la muchacha ebria, amigos míos

(Efraín Huerta, México)

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