jueves, 28 de junio de 2007
El país de la lluvia y la distancia
Todo esplendor termina, las grandes voces callan,
se agosta el verdemar de las praderas
pero aquello más hondo y entrañable que fue
perdurará en la memoria inapelable,
allí donde el poema impreciso vigila
esperando que vuelvan los dioses del destierro.
Pues también la memoria tiene sus avenidas
de luces silenciosas y esquinas recoletas
y su orilla pasando por el hilo del sueño.
El olvido se cansa de llamar a la puerta.
El zaguán es quien vela mientras la casa duerme.
Hubo uno en la infancia, y el recuerdo
puso una vez allá su magnolia foscata
y en la puerta cancel yo dibujé una tarde
el país de la lluvia y la distancia.
(Raúl González Tuñón, Buenos Aires)
se agosta el verdemar de las praderas
pero aquello más hondo y entrañable que fue
perdurará en la memoria inapelable,
allí donde el poema impreciso vigila
esperando que vuelvan los dioses del destierro.
Pues también la memoria tiene sus avenidas
de luces silenciosas y esquinas recoletas
y su orilla pasando por el hilo del sueño.
El olvido se cansa de llamar a la puerta.
El zaguán es quien vela mientras la casa duerme.
Hubo uno en la infancia, y el recuerdo
puso una vez allá su magnolia foscata
y en la puerta cancel yo dibujé una tarde
el país de la lluvia y la distancia.
(Raúl González Tuñón, Buenos Aires)