martes, 4 de septiembre de 2007
Discos benditos
Por la zona de Plaza de Constitución no sólo conviven chicas y chicos y otros engendros de la prostitución ambulante, barcitos desesperados y esa muchedumbre babilónica y víctima, no siempre pasiva, de medios de transportes cada vez más incómodos, más aptos para prácticas sadomasoquistas que para el transporte de nobles ciudadanos. Por Constitución también hay varias disquerías donde se pueden todavía conseguir discos de vinilo (una especie de negro dinosaurio en vías de extinción renacido en los últimos lustros gracias a las martingalas fluo de los afanosos DJ, esos simpáticos embusteros con carnet) a precios escandalosamente bajos (a 1 $ conseguí la edición original, en excelente estado, de un álbum de la pasional cantante brasileña Beth Carbalho). Una de estas tardecitas porteñas, revolviendo las viejas piezas de vinilo en uno de esos locales, asistí a una escena digna del mejor Roberto Arlt: un cura se presenta súbitamente en el local y acto seguido procede a practicar un exorcismo. Un empleado del local se pone en posición de atajar un penal, cierra los ojos y se encomienda a entidades invisibles, mientras el cura, después de abrir el ejemplar de una Biblia en una incierta página, salpica los discos y las paredes del lugar con copiosa agua bendita. Los azorados clientes presentes contemplamos la escena sabiendo, quizás, que fuimos testigos involuntarios de un acto irrepetible.