domingo, 8 de marzo de 2009
Regreso
Ahora no me dan ganas de tomar el buquebús,
volver a Buenos Aires del fragor y la luz.
Quisiera descansar en tierras de Uruguay,
aquí, en Montevideo, reposo si lo hay.
Adquirir como pueda una casa sencilla
con zaguán de azulejos y puerta de mirilla.
O esperar a que el tiempo me corte en pedacitos
observando el mar desde la playa de Pocitos.
(Baldomero Fernández Moreno, Argentina)
volver a Buenos Aires del fragor y la luz.
Quisiera descansar en tierras de Uruguay,
aquí, en Montevideo, reposo si lo hay.
Adquirir como pueda una casa sencilla
con zaguán de azulejos y puerta de mirilla.
O esperar a que el tiempo me corte en pedacitos
observando el mar desde la playa de Pocitos.
(Baldomero Fernández Moreno, Argentina)
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este poema me agarró leyendo guia caprichosa de buenos aires. edición de 1965, editorial universitaria. uno cortito,
pag. 62. AZOTEAS.
Nada me gusta más que contemplar desde una ventana el mundo de las azoteas. Sobre todo al anochecer. De cúpula en cúpula, de tanque en tanque, de chimenea en chimenea, de cable en cable, se organiza la vida espesa y elástica de las sombras y de los gatos. Pero nada más hermoso que las chimeneas, aisladas como árboles solitarios, o agrupadas en haces como siringas del viento. Gruesas algunas como palos de navío, finas otras como caño de fusil.
Como aquélla especialmente, recostada contra el cielo crepuscular, por encima de la cual han brotado tres estrellas verticales como si para montar su guardia nocturna se hubiera calado una brillante bayoneta de astros.
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pag. 62. AZOTEAS.
Nada me gusta más que contemplar desde una ventana el mundo de las azoteas. Sobre todo al anochecer. De cúpula en cúpula, de tanque en tanque, de chimenea en chimenea, de cable en cable, se organiza la vida espesa y elástica de las sombras y de los gatos. Pero nada más hermoso que las chimeneas, aisladas como árboles solitarios, o agrupadas en haces como siringas del viento. Gruesas algunas como palos de navío, finas otras como caño de fusil.
Como aquélla especialmente, recostada contra el cielo crepuscular, por encima de la cual han brotado tres estrellas verticales como si para montar su guardia nocturna se hubiera calado una brillante bayoneta de astros.
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