martes, 13 de abril de 2010
Un tal Troilo Pichuco
en San Juan y Chacabuco
enterró las piedras de la payana
un tal Troilo Pichuco
usando como manga
el cordón de la vereda
escondió un sueño
un papel
su fuelle manso
trampearon a la muerte
una asamblea de poetas
una patota de comodines
una bandada de gorriones
teñidos del alba popular
un servicio de valet
blancuzco en la duermevela
resucitantes camaradas de lo eterno
serpentinas de sol
cayendo de balcones misteriosos
desveladas martingalas
el whisky matinal
y la trovería a gatas
atravesando la noche minada
de platillos
observas con tus ojos partidos
la ciudad multiplicada
tres Buenos Aires se te ovillan
en el bobo germinando
luces municipales
duele el sur duele el paredón duele el después
sobre el mapa de Pompeya
escribes una lerda letanía
alterando los límites catastrales
distorsionando cuerpo y geografía
la bella belleza
se borra como una línea de rymell
y aquí estamos a la mitad
entre el origen y el destino
gastando la tiza
en pizarras negras
absurdas como la canción
que puja contra la lógica
simétrica del polvillo
fantasmas de la noche se sonrojan
mutando levemente hacia el color
en el espacio negro
cada lágrima estalla
como un escándalo de luz
bengala de náufrago
convertida a dígitos de bandoneón
viejo y nuevo temblor
tambor telegrama
pidiendo asilo en versos medidos
con un látigo
acariciando el lomo
de bestias revolcándose
en la mugre serena
arenas del circo infernal
con montoncitos de pena
armaste tu frase final:
“aguántame un cacho más Buenos Aires”
gordo glotón
índigo niño inspiradísimo
te snifaste toda la fantasía
tus zapatos hoy volvieron
solos al barrio
como dos perros negros
abandonados
tu camisa es una bandera
flameando entre dos nubes
que se la llevan para siempre
pasa el último trole
y ya no queda gente por la calle
tu soledad en el desvelo
es un capricho mineral
una piedra magnífica estallando
big bang en tu inmenso arte
caen notas como garúas viejas
y se engomina el empedrado
hermano de la luna
cómplice y compadre
la visión del estado de la materia
bajo la canilla del piletón
tantos ojos rodando como bolitas
y ya no es un juego
el caballo de la calesita
se está quemando realmente
una melena de fuego crece
de su crin adormecida
y nadie llama a los bomberos
en una pieza del Castelar
mordés otro licor sin etiqueta
y flotas adentro de la copa
bebiéndote a vos mismo
juez y parte en tu responso
el peso de la palabra
aumenta en el cuenco de tus ojeras
y un quejido que no vino de tu fuelle
avisa lejanías
inmensa comunión con todo ese cielo
Pichuco celestial y terráqueo
de ese muñón crecen manos
por el milagro de la tanguedia
equilibrista de la novena raya
la noche practica su salto interminable
un taxi invisible te inventa calles nuevas
una cortada con tu nombre
donde una hormiga laboriosa
muerde el yuyo sin domingo
se derriten calaveras en el fuego
de tu corazón de pan
doblado en cuatro
sobre la mesa de los justos
cuando marcás cuatro
¡Buenos Aires es el ombligo del mundo!
Palermo Chico,
San Telmo Angosto.
La naturaleza, a la larga y con propiedad, nos restrega su sabiduría.
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